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Allá donde nos
lleve el viento
Cuando le llegó el momento de jubilarse, él, que era
catalán, que había vivido por razones laborales toda su vida en Madrid, casado
con una gallega, con su segunda residencia en Andalucía y sus hijos dueños de
un restaurante en las afueras de San Sebastián, se preguntó dónde pasar sus
últimos años de vida. A favor de Madrid jugaba que era donde tenía sus mejores
amigos y los médicos que controlaban sus múltiples achaques. En contra, que,
habituado a vivir en el extrarradio en un adosado con jardín, tras enviudar la
casa le quedaba grande y solitaria. Sus amigos le aconsejaban venderla e irse a
un apartamento al centro de la capital, donde residir rodeado de tiendas,
restaurantes, teatros y actividad constante. Pero no soportaba el ruido, ni las
aglomeraciones. La idea de volver al Ampurdán de su niñez le atraía. Conservaba
algunos amigos, el clima y sus pueblos le parecían perfectos y la calidad de
vida pese a las quejas de sus habitantes, inmejorable. Pero sus ideas no eran
muy populares por allí y eso le distanciaba de la tierra que le vio crecer.
Algo similar le ocurría cuando pensaba en San Sebastián. Estaban allí sus hijos
y pronto también sus nietos; la ciudad bellísima y la sociedad ofrecía unos
servicios públicos dignos de Suecia; pero no era feliz los días de lluvia, ni
apreciaba el color plateado de sus nubes grises y, pese a que le parecía tierra
noble e ideal para jubilados, se cabreaba ante la autocomplacencia de una
ciudadanía satisfecha con lo que tenía, que se negaba a cambiar nada.
Ciertamente era un lugar cercano a la perfección, pero a él le gustaban las
sociedades inquietas. En Andalucía, sin embargo, sentía en sus calles el deseo
por evolucionar. Disfrutaba del sol, de la alegría de sus gentes, de la
creatividad presente en cada rincón y hasta del caos inherente a una tierra
donde el desorden forma parte de la vida y las pasiones. Pero a veces suspiraba
por la brisa serena del norte. Su mujer le insufló un alma celta, sentimental,
con niebla, bonhomía y dudas, que le daba paz, pero el tiempo que le quedaba no
quería hablar en voz baja.
Así que estaba hecho un lío. Finalmente optó por comprar una
autocaravana y desde entonces recorre la geografía española descubriendo
lugares que confirman su agradecimiento por ser ciudadano de un país tan
hermoso y plural. Ayer me llegó un mensaje suyo desde Salamanca. Le pregunté
por dónde pasaría la Navidad. "No lo sé", me contestó, "allá a
donde me lleve el viento, en España siempre será un lugar perfecto".
Indica si las siguientes afirmaciones son verdaderas [ V] o
falsas [ F] según el autor del texto:
[ ] El jubilado opta por variar de residencia dentro
de España.
[ ] Madrid es una ciudad insoportable para vivir.
[ ] El jubilado descarta Andalucía porque es
demasiado caótica.
[ ] El autor defiende que tras la jubilación hay que
comprarse una autocaravana.
[ ] El jubilado está contento y agradecido por vivir
en un país hermoso y lleno de diferencias, España.
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